viernes, 30 de enero de 2009

Rostro de una actriz


Hoy actualiza Carles con el consentimiento de Alberto.

Y cómo estamos hablando del machismo y tal,vamos a hacerlo de una forma un tanto melódica.

Aquí os pongo la letra de la canción ''Rostro de una actriz'' de Xoel López,líder y cantautor del grupo ''Deluxe''.


Disfrutad...



Hay una trampa en cada cosa que dices

y mariposas que no nos dejan ver más allá.

Hay una puerta en tu rostro de actriz,

se desliza el profeta para poder entrar.

Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol,

cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal

querremos volver a puerto una vez en alta mar.

En la calle hablan los ingenuos y sé que otros callan por no decir la verdad.

A veces cuando parece sencillo te sientes tan cerca que el miedo no te deja entrar.

Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol,

cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal

querremos volver a puerto una vez en alta mar.

Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal ...

Hay una trampa en tu rostro de actriz,se desliza el profeta para poder entrar.

Cuando suenan las campanas y entran los rayos del sol,

cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal

querremos volver a puerto una vez en alta mar.

Cada vez que abres la puerta y desempañas el cristal ...


La letra es espléndida pero si queréis escucharlo en directo es una gozada

viernes, 23 de enero de 2009

Diario de Laura


LLEGASTE A MI VIDA sin yo esperarlo. Me querías convencer de que me amabas y poco a poco fuiste entrando en mi corazón y despertando sueños de amor. Fui aprendiendo a amarte, y ahora que te quiero, me partes en dos.


Días después:
Te subes encima de mí para sujetarme las piernas e inmovilizarme en el forcejeo. Cabezazo en la nariz. Comienzo a gritar y a llorar más fuerte, me suelto y me arrincono en un lado de la cama, pegada a la pared. Me dices: «¡Basta ya!, ¡para esto!, ¡no sigas!». Yo no entiendo, no sé cómo pararlo. Para volverme a agarrar me coges de los pelos y sin querer —según tú— mi cabeza se golpea contra la pared. Siento que la pinza que me sujeta el pelo se rompe y se me clava. Vuelvo a gritar de dolor. Vuelves a inmovilizarme. Cada vez que me agarras golpeas mi pecho. Me ahogo entre mis lágrimas, mocos y la sangre que brota por mi nariz. La habitación está oscura. Pierdo la noción del tiempo.

No soportas verme y oírme llorar. Me pones una almohada sobre la cara para que me calle. Me revuelvo, no puedo respirar, no sé qué va a pasar. No recuerdo cómo acabó.
Después no sentía nada. Hacía todo lo que tú me decías, te seguía como una autómata. Cuando por fin me quedé sola, llamé a un amigo que estaba cerca. Y lloré y lloré… No me lo creía.
Mil preguntas sin respuesta. Siento un gran dolor por todo mi cuerpo. Lloro, pero sonrío queriendo perdonar o quizás queriéndome engañar de que nada ha sucedido, no sé en qué momento provoqué tu cólera (¿coloqué mal el cenicero? ¿No me tomé el zumo?) hasta el punto de observar cómo iba transformándose tu cara.

Sé que no debería haber vuelto después de la primera paliza, pero volví. ¿Por qué? Porque no creo que esto me pueda estar pasando a mí. Es imposible que alguien que me quiere pueda tratarme de esa manera

He soñado contigo y me he despertado sintiendo que te amo… Y sintiendo también este miedo que me ahoga y que nadie me puede quitar.

TE QUIERO, DE VERDAD, a lo mejor más de lo que imagino, y mi sueño es poder ser feliz a tu lado y que tu amor sea para siempre. Aprenderé a respetar tu humor y a quererte como eres. Perdóname, perdóname…

SÍ, SÍ, TE ENTIENDO. Entiendo que dices que me quieres, que quieres que sea tu sueño. Pero yo no entiendo que si me quieres no me aceptes como soy, que no me escuches, que me grites y me faltes al respeto porque te saca de tus casillas que exponga mis ideas o sentimientos.
Te abrí la puerta de casa, superé el miedo. Como me pedías, volví a confiar en ti. Pero después de nuevos numeritos y rabietas, tengo que pedirte que te controles.
Tu amor no es tan grande como tú te crees. Porque no te controlas. Te abrí mi corazón para compartir mi vida contigo, pero poco a poco todo se ha ido empañando por tu carácter, por tu falta de comprensión… Y me he ido debilitando para soportar la carga de esta triste realidad.
CUANDO ESTOY DESPIERTA, me acuerdo de la esperanza y los sueños que tenía en ti. Quizás porque sentía que mi oportunidad de tener un compañero y formar la familia que desde niña había deseado se me escapaba entre los dedos…




NO SÉ LO QUE HE DICHO O HECHO, ni por qué has entrado en la cocina con ese cuchillo entre las manos, pidiéndome que te mate. Yo he intentado mantener la serenidad por los niños, pero tú gritabas, gritabas y gritabas mientras no parabas de pedirme que matara al monstruo que hay en ti.
SE ACABÓ. LO HE DECIDIDO. No vas a dormir más en casa. Los niños no pueden presenciar esto. Pero ¿cómo te lo digo?

CUANDO TE DIJE que no ibas a dormir más en casa, nos enfrascamos en una conversación sin sentido: «estoy agotado», «no seas mala», «no puedo conducir», «no me eches a la calle como un perro»… No me daba cuenta de que lo único que pretendías era alargar la velada y quedarte. Y al final, acepté a cambio de que te fueras temprano, antes de que se despertaran los niños.
¡Qué gran error! Sonó el despertador y no querías moverte. Insistí e insistí , te pusiste como un loco a gritar, despertaste a los niños, todos corríamos de un lado para otro, golpeabas todo lo que encontrabas a tu paso. Te había echado de casa y me lo estabas haciendo pagar caro. Y esas vocecitas… «No pegues a mamá».
ME HE IDO DE VIAJE, no te he dicho adónde. Necesito estar sola y segura. No quiero que los niños presencien más espectáculos.

ANOCHE VOLVÍ. Después de hablar el otro día contigo, me había armado de valor para dejarte. Al salir para el trabajo, estabas aguardándome. Me trincaste del cuello, golpeándome contra la pared. Estoy aterrada, ando de puntillas por la casa, no cojo el teléfono, siempre con miedo a que estés fuera escuchando.
OJALÁ todo hubiera ido bien. Me hubiera encantado ser la reina de tus sueños. Pero me matas cualquier iniciativa de intentarlo una vez más.
Necesitábamos ayuda. Tú mismo reconociste que no eras capaz de alejarte de mí, aun cuando sabías el daño que me estabas haciendo. Yo tampoco fui capaz. Lo siento. Sólo me queda aceptarlo para poder encontrarme de nuevo. En busca de mí, tal como soy, con mis errores y mis virtudes.
ME HAS ENCONTRADO. Tengo miedo, pero me has tranquilizado y hemos paseado y hablado. Y cuando parecía que todo estaba tranquilo, comenzaste a gritarme que yo siempre lo estropeo todo, que si quiero provocarte, que soy muy dañina… Empezaron los empujones, los zarandeos, y cuando me senté, llorando, una vez más yo no era capaz de identificar qué te había dicho o hecho yo para vivir ese horror después de un estupendo paseo.
TODO ESTO DE LA OPERACIÓN me ha dejado muy impactada y siento que tú eres el único que me puede ayudar. Vuelvo a confiar en ti.
HOY FUIMOS AL MÉDICO y volvíamos tarde. Me confundí en algo que dije. «Tú me has provocado». Me tirabas del pelo una y otra vez. Me tiraste en la cuneta de la carretera con todas mis cosas, noche cerrada. Pensé que no volvería a ver a mis hijos.
POR FIN HAS ACEPTADO que necesitas ayuda profesional y yo quiero estar contigo. Hoy hemos ido a ese encuentro, yo llena de esperanza. Un nuevo horror, me equivoqué de calle. «Eres una torpe», «por qué no te callas», «ya me has provocado»… Entramos en un parking, y como había gente pensé que no me harías nada. Golpes, gritos, llantos. Más golpes, más gritos, más llantos… En un conocido garaje, pero nadie me ayudaba. ¿Qué pasa? Salí a la calle, golpes, gritos y llantos otra vez, pero nadie me ayudaba.
ME MIRO AL ESPEJO y me siento horrorizada. Se me juntan los moratones de una vez con otra. Estoy rendida

ME HAN DESPEDIDO del trabajo. Este saco huesos, mi cuerpo, no puede más.

HOY ACCEDÍ a verte. Hemos paseado, comido y charlado sobre todo lo que ha pasado. Sin horas, sin prisas, en la más absoluta compresión. Ha sido genial, ha habido pasión, amor, respeto, confianza... ¿Será verdad que has cambiado?

DECIDÍ JUGÁRMELO TODO en unas vacaciones. Quería descubrir qué pasaba con nosotros. Pero antes de emprender esta aventura contigo, mandé una carta a una amiga por si pasaba algo que supiera dónde estaba. No le dije a nadie más que me iba contigo. Los tres primeros días fueron bien, surgieron roces, pero supimos resolverlos. Parecía que estabas aprendiendo a controlarte. Pero hoy empezó de nuevo mi calvario. Se me olvidó poner el despertador, y tú me has levantado a voces recordándome lo estúpida que soy. El viaje de vuelta a casa, a toda velocidad, ha sido un infierno. Se acabó.

HOY DEJÉ DE SUFRIR por amor. Reconozco que me equivoqué y gracias a mi hijos, mis amigos y el psicólogo he descubierto que estoy viva. Quiero y deseo que los dos encontremos nuestros caminos y la paz interna. Esta búsqueda de mí misma se ha convertido en una prioridad, no quiero seguir engañándome. Esta relación está acabada. Se ha convertido en una adicción muy dolorosa para los dos.
Yo he llegado a mi límite. No puedo más, ni llevar durante más tiempo el peso de que te hago sufrir y te creo dolor. Lo siento en el alma.
TODAVÍA ESTÁS EN MI MENTE. Todavía tengo celos de soñarte en brazos de otras mujeres que no sean yo, todavía me duele saber que sales, te diviertes y sonríes.
Lo que no entiendo es por qué no consigo recordar tu parte oscura. Sólo a base de hablar y con un gran esfuerzo apenas saco un poquito de dolor. Eso sí, como alguien diga o haga algo que me traslade en sentimientos a lo tú me hacías sentir, se me abre un volcán de furia y llanto en el que se me separa el pecho de la espalda.
Cuando siento esto no quiero hablar, no quiero estar con nadie, me siento culpable de no ser más fuerte, me avergüenzo de que me vean los más cercanos, y sobre todo siento unas tremendas ganas de morir, estoy cansada, no puedo más. A veces pienso en que me podías haber matado y así haber terminado el trabajo que tan hábilmente desarrollaste con todas y cada una de las mujeres que nos hemos enamorado de ti. Porque ahora descubro que no soy la primera que ha pasado por esto.

Sara estuvo enamorada de un hombre violento, agresivo y destructivo. Sola y aislada, un día empezó a escribir en un diario lo que sentía y vivía, para desahogarse, entenderse a sí misma e intentar comprender hacia dónde iba esa relación.
Hoy, mientras sigue una terapia sobre dependencia emocional, intenta recuperarse y empezar de nuevo.
Estos extractos de su diario representan la crónica más fiel de los cuatro años y medio más oscuros de su vida.

lunes, 12 de enero de 2009